Barbara Hepworth creó algunas de las esculturas públicas más queridas de Gran Bretaña y de otros países. Pero después de casi una década de compromiso con el modelado y el vaciado para instalaciones públicas a gran escala, empezó a dedicar su atención a su primer amor: un compromiso directo con el material que tenía a mano y la fisicalidad del cincelado, la talla y el moldeado que servía más adecuadamente a su credo de "la verdad de los materiales". En 1966, cuando esculpió las íntimas Cinco formas y Tres círculos en mármol blanco, había empezado a jugar con geometrías más rectilíneas, invitando a las formas circulares a integrarse con las angulares. Este periodo se considera a menudo como el regreso de Hepworth a sus primeros años, cuando, en un momento de pura brillantez, perforaba un agujero en una pequeña talla pensando que así daría a la figura una sensación de fluidez y conduciría el ojo del espectador a su alrededor. "Cuando perforé por primera vez una forma", recordó más tarde, "pensé que era un milagro. Se abrió una nueva visión". Era el año 1931 y fue tanto una revelación para el artista como una revolución para la escultura moderna.