Alexander Calder realizó un sorprendente número de óleos durante la segunda mitad de la década de 1940 y principios de la de 1950. Para entonces, el impacto de su visita de 1930 al estudio de Mondrian, donde quedó impresionado no por los cuadros sino por el entorno, se había convertido en un lenguaje artístico propio de Calder. Así, mientras Calder pintaba La cruz en 1948, ya estaba en la cúspide del reconocimiento internacional y en camino de ganar el gran premio de escultura de la XX VI Bienal de Venecia en 1952. Calder trabajaba en la pintura al mismo tiempo que en la escultura, y abordaba ambos medios con el mismo lenguaje formal y el mismo dominio de la forma y el color.

Calder estaba profundamente intrigado por las fuerzas invisibles que mantienen los objetos en movimiento. Llevando este interés de la escultura al lienzo, vemos que Calder creó una sensación de torsión en La Cruz cambiando sus planos y su equilibrio. Con estos elementos, creó un movimiento implícito que sugiere que la figura avanza o incluso desciende del cielo. El ímpetu decidido de laCruz se amplifica con detalles como los brazos extendidos del personaje, el vector en forma de puño a la izquierda y la silueta serpentina.

Calder también adopta un fuerte hilo de abandono poético en toda la superficie de La cruz. Resuena con el lenguaje visual hierático y claramente personal de su buen amigo Miró, pero es todo Calder en la eficaz animación de los diversos elementos de este cuadro. Ningún artista se ha ganado más licencias poéticas que Calder y, a lo largo de toda su carrera, se mantuvo flexible en su comprensión de la forma y la composición. Incluso acogió con agrado las innumerables interpretaciones de los demás, escribiendo en 1951: "Que otros capten lo que yo tengo en mente no parece esencial, al menos mientras ellos tengan otra cosa en la suya".

En cualquier caso, es importante recordar que La Cruz fue pintada poco después de la agitación de la Segunda Guerra Mundial y a algunos les parece un reflejo aleccionador de la época. Sobre todo, La Cruz demuestra que Alexander Calder cargó primero su pincel para elaborar ideas sobre la forma, la estructura, las relaciones en el espacio y, lo que es más importante, el movimiento.