Para Leonor Fini, el retrato fue el elemento básico de su obra, que nunca se cansó de perseguir. A los 17 años, el cuadro que expuso en Trieste le llamó tanto la atención que le llovieron los encargos de dignatarios locales. Y si tenemos en cuenta la lista de personas con las que colaboró o que entraron a formar parte de su círculo íntimo en las décadas siguientes, la lista es extraordinaria. Su personalidad era dramática, misteriosa e intrigante, y atraía a otros a su esfera. 

Durante veinte años, en las décadas de 1950 y 1960, cada 30 de agosto, día de su cumpleaños, Fini organizaba una suntuosa fiesta en el antiguo monasterio del convento de Saint-Francois di Nonza, un pueblo situado en un impresionante acantilado de la costa occidental de Cap Corse, Córcega. Entre los invitados se encontraban Max Ernst, Dorothea Tanning, Meret Oppenheim, Jacques Audiberti, Ernst Fuchs (entre muchos otros), y nada menos que la atractiva y talentosa Pao Ying Wang. Nacida en 1923, era una talentosa artista joyera con inclinaciones surrealistas. Pao era también una interlocutora atractiva. La lista de pretendientes que se disputaban su atención incluía a Ezra Pound, de quien se decía que estaba locamente enamorado. Pero el amor de la vida de Pao Ying Wang resultó ser su compañero de vida durante treinta y cinco años, el gran arquitecto milanés Ignazio Gardella. Las intenciones de Leonor Fini con este retrato de Pao parecen claras. Fini pintó a su buena amiga de forma directa y con un imponente sentido de la permanencia. Por encima de todo, Leonora quería crear una impresión duradera. Quería que supieras que no sólo valía la pena conocer a Pao, sino que también valía la pena no olvidarla nunca.

El cuadro acompañó a Pao Ying Wang durante toda su larga vida. Falleció en 2016.